Los niños pueden padecer los mismos problemas de conducta que los adultos, pero, a veces, los expresan de manera diferente. Por ejemplo, los niños deprimidos suelen mostrar más irritabilidad que los adultos deprimidos, quienes suelen mostrar tristeza.
Las situaciones a las que los padres y madres nos enfrentamos con nuestros hijos en este tramo de edad (0-18 años), son muy diferentes, pero de gran importancia, ya que ayudándolos a crecer y madurar psicológicamente sanos podemos colaborar a su felicidad.
Los primeros años de vida es donde se forma la personalidad de un niño y sus creencias (las ideas sobre el mundo). La forma de relacionarnos con nuestros hijos va a determinar su futuro como adultos.
¿Cuáles son los trastornos psicológicos infantiles más comunes?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la prevalencia de trastornos psicológicos en la infancia oscila entre el 10 y el 20%.
• Los niños y niñas entre 0 y 5 años tienen mayor incidencia en trastornos de conducta y retrasos del desarrollo y del lenguaje.
• Entre los 6 y 11 años destacan los trastornos de conducta y los trastornos del aprendizaje, destacando a este nivel el TDAH y la Dislexia; rango de edad en la que se suelen realizar la mayoría de los diagnósticos.
• Los trastornos de conducta, junto con los de ansiedad y los del estado de ánimo ( depresión ) son más comunes entre los 12 y 18 años.
• Hay una mayor incidencia en los chicos de los trastornos de la conducta, y de ansiedad en las chicas a cualquier edad.
Los signos de advertencia y que tienen que hacerte sospechar que tu hijo tiene problemas de conducta:
Cambios en el estado de ánimo.
Presta atención a los sentimientos de tristeza y al retraimiento que duran al menos dos semanas u otros cambios del estado de ánimo notables que causen problemas en las relaciones en el hogar o en la escuela.
Sentimientos intensos.
Presta atención a los sentimientos de miedo abrumador sin motivos —a veces acompañado de aumento de la frecuencia cardíaca o de la frecuencia respiratoria— o las preocupaciones o miedos intensos que puedan interferir en las actividades diarias.
Cambios de conducta.
Estos incluyen cambios drásticos en el comportamiento o en la personalidad, además de comportamientos peligrosos o fuera de control. Otros signos de advertencia son las riñas frecuentes, el uso de armas o expresar el deseo de causar una herida grave a otras personas.
Dificultad para concentrarse.
Presta atención a los signos de dificultad para concentrarse o mantenerse quieto; estos signos pueden provocar un bajo rendimiento en la escuela.
Adelgazamiento inexplicable.
La pérdida de apetito repentina, los vómitos frecuentes o el uso de laxantes pueden indicar un trastorno de la alimentación.
Síntomas físicos.
En comparación con los adultos, los niños con trastornos de conducta pueden presentar dolor de cabeza y de estómago en lugar de tristeza o ansiedad.
Daño físico.
A veces, un trastorno de conducta deriva en lesiones autoinfligidas, también llamadas «autolesiones». Esto significa lastimarse a sí mismo de forma deliberada, por ejemplo, provocándose cortes o quemaduras. También pueden presentar pensamientos suicidas o intentos de suicidio.
Abuso de sustancias.
Algunos niños consumen drogas o alcohol para tratar de sobrellevar lo que sienten.
¿Cómo pueden detectar los padres si sus hijos tienen alguno de estos trastornos?
Una de las principales razones por las que los niños no son diagnosticados puntualmente cuando padecen un trastorno psicológico se debe a que los padres tienden a confundir " las primeras señales de problemas psicológicos con problemas de madurez benigna del comportamiento infantil " y asumen que ciertos comportamientos son normales, sin serlo, durante las etapas de su desarrollo,.
Pedir ayuda terapéutica a tiempo ante cualquier problema o duda que se nos presente con el niño o adolescente nos ayudará como padres a la hora de entenderlos, quitándonos muchas angustias ante la sesación de "¿lo hago bien o mal?". Asi podremos colaborar a su bienestar.
Es de suma importancia, evaluar el funcionamiento familiar, las relacciones entre sus miembros, las expectativas de la familia, etc..., para determinar cuales de estas causas pueden estar influyendo en el motivo de la consulta.
El objetivo de la terapia es dotar a los menores de estrategias para sentirse mejor consigo mismos, con sus familias, en el colegio o instituto o con sus iguales.
En niños pequeños se realizan sesiones lúdicas. A través del juego los menores comprenden de manera divertida e incorporan los mecanismos que necesitan para un buen desarrollo.
Las terapias centradas en adolescentes habitualmente se trabajan los siguientes aspectos: los límites, el cuerpo, las normas, la autoestima, la sexualidad, la identidad, etc...
Si se considera adecuado atender y evaluar al menor, se trabaja con sesiones o bien de manera individual o bien con los miembros de la familia. Se les explica tanto a los padres como a los menores como poder implicarse en la terapia y que pautas seguir para mejorar los problemas en función de las necesidades específicas de cada caso.
Busca formas de relajarte y divertirte con tu hijo. Elogia sus fortalezas y sus habilidades. Explora nuevas técnicas de manejo del estrés, que pueden ayudarte a responder con calma a situaciones estresantes.
Además, considera buscar una terapia familiar o también la ayuda de grupos de apoyo. Es importante que tú y tus seres queridos entiendan la enfermedad de tu hijo y sus sentimientos, y sepan qué pueden hacer para ayudarlo.